Dos, tres líneas, no esperaba más. En estos días en los que la lluvia se ha instalado en la Ciudad de Manuela, las calles se dejan vivir menos. Son las casas las que acogen fríos cuerpos. Son los salones con algunas mujeres los que dan cabida a otras que se empeñan en hablar de ellas mismas y de muchas cuyas voces no se escuchan.
Ayer, después de varios intentos fallidos, Octavia se ha dejado retomar; las últimas páginas me pesan, no quiero llegar al final. Soy así, me asustan los finales: de los cuentos, de los días, de los comienzos, de las partidas. Ver volar hojas sin vida, y como ellas tu historia, es verme en el terminal de buses levantando apenas el brazo, para que una mano, la que no se asusta del frío, se mueva y se conmueva.
Después del susto de enfrentar el frío, Octavia se ha instalado nuevamente en mi cama, en mis sábanas aún no cambiadas, en la noche que, acompañada de lluvia de café, me cobija. Esta noche tendré que despedirme de Octavia y, dentro de otras, de Cristina. De las que existen, de las que no existen.
Despedirme también de ti, de Juan Luis, de todos los que se bañaron en esta lluvia de café.
Ayer, después de varios intentos fallidos, Octavia se ha dejado retomar; las últimas páginas me pesan, no quiero llegar al final. Soy así, me asustan los finales: de los cuentos, de los días, de los comienzos, de las partidas. Ver volar hojas sin vida, y como ellas tu historia, es verme en el terminal de buses levantando apenas el brazo, para que una mano, la que no se asusta del frío, se mueva y se conmueva.
Después del susto de enfrentar el frío, Octavia se ha instalado nuevamente en mi cama, en mis sábanas aún no cambiadas, en la noche que, acompañada de lluvia de café, me cobija. Esta noche tendré que despedirme de Octavia y, dentro de otras, de Cristina. De las que existen, de las que no existen.
Despedirme también de ti, de Juan Luis, de todos los que se bañaron en esta lluvia de café.