Me invitaron a Guayaquil... el viaje en Transportes Ecuador, la noche del viernes fue mortal, todo empezó porque esa tarde un avión de Iberia, se salió de la pista del aeropuerto de Quito y causó tremendo enrredo... en fin, me fui en bus. A mi lado se sentó un corpulento jovén llamado Abel. Abel tenía todo controlado; paquete de snacks, almohada para el cuello y antifaz para que ninguna luz perturbara la oscuridad de sus sueños.
Me acomodé cómo pude, traté de escaparme de esa realidad escuchando música, me quité los zapatos, me comí un snack que gentilmente Abel me obsequió, en fin que no hice para olvidarme de la incomodidad de aquel asiento y de lo molesto que resultaba sentir tan cerca la volumetría de Abel...
Finalmente llegué a Guayaquil, sorprendente ciudad independiente, cuantas cosas ha hecho el señor Nebot me dije..., comencé a caminar y me encontré con esas tapas.
¿Qué son esas tapas regadas por el suelo?
Mudos testigos de los pasos que no se dan, evidencia de que el derecho al libre tránsito es violado; hay cuerpos que no se atreven a salir, porque tienen miedo, cuerpos distintos que ahí en la maravillosa Guayaquil no tienen derechos iguales.
Las tapas tienen mas derechos que mis amigos, aunque su estética alternativa sea voluptuosa, exótica y colorida; las ordenazas de la ciudad independiente las castigan y las condenan.