Pretendo escarbar en tus paredes
y me quedo ahí,
donde no se dibujan
ni el adentro ni el afuera.
¿Será tu cuerpo impenetrable?
¿Será tu piel del color de las conchas?
¿Se agitará tu vientre con mis latidos?
Cierro los ojos, les pongo piedras;
se desesperan,
luego entumecen,
se desvanecen,
y en ese temor de oscuridades,
se plasma un deseo.
Sí, el mío.
El de tenerte.